En primer lugar, llegar al aeropuerto supone lidiar con la ansiedad por todo lo que allí ocurre, según los viajeros que compartieron sus experiencias. Por ejemplo, una persona normal pone su bolsa en la cinta para que la escaneen y pasa por el detector de metales, mientras que la mayoría de los pasajeros en silla de ruedas tienen que esperar a que alguien les ayude a hacer el cacheo y esto a veces lleva más tiempo, porque los agentes suelen revisar también las sillas de ruedas. Las bolsas suelen ser apartadas por un agente. 

En segundo lugar, al llegar a la puerta de embarque los pasajeros deben comprobar que la aerolínea dispone de una silla de pasillo y explicarles cómo levantar la silla de ruedas mientras les piden amablemente que tengan cuidado. Sin embargo, las sillas de ruedas se rompen con bastante frecuencia o incluso se pierden por el camino. Esto es lo que temen todos los pasajeros en silla de ruedas. 

Durante el vuelo, la persona suele tener cuidado de no consumir demasiados aperitivos y bebidas para evitar ir al baño, probablemente muy incómodo. También es habitual que las puertas no se puedan cerrar durante el acto. En los vuelos más largos, a veces se puede utilizar la silla del pasillo para acceder al baño, pero la mayoría de los pasajeros en silla de ruedas prefieren deshidratarse antes que ir al baño. 

Tras el aterrizaje, bajar del avión significa esperar que tu silla de ruedas esté a salvo e intacta, una experiencia bastante nerviosa de principio a fin.